Reflecting on Cultural Competence

By: Sara Gómez-Trillos, Project Coordinator and Student in Global Health

Topic: Reflecting on Cultural Competence: “Es que nosotros los Latinos no tenemos esa cultura de prevención.”

I am sitting in my office after interviewing the latest participant for our research study. Her words keep sounding in my mind, “es que nosotros los Latinos no tenemos esa cultura de prevención.”

She was telling me about her experience after receiving a cancer diagnosis and was referring to the habit (or lack- thereof) of going for annual check-ups and screenings, such as mammograms or Pap-smears. Over the years I have heard similar observations being made by Latinx people from different backgrounds, including health professionals. I recall the stories of a woman who had an abnormal Pap-smear result but had not attended a follow-up appointment in over 10 years; a relative who refused to receive prostate cancer screening; or a mother who does not attend annual check-ups while knowing that she is at high risk for heart disease. We tell each other these stories and say that Latinx are just too stubborn. We end the story with a disapproving gesture and an “es que en nuestra cultura.” These words reproduce the notion that Latinx people do not have a culture of health prevention. But, what does that even mean?

To suggest that we, as Latinx, do not have a concept of health prevention embedded in our culture reads as dismissal rather than cultural awareness. As if lacking health preventive behaviors were just part of who we are rather than a consequence of external factors. Of course, it is important to recognize and respond to different cultures. But cultural competence requires that we carefully consider which values, beliefs, and behaviors are ascribed as cultural. Sometimes, to claim that a particular issue is part of a culture is a distraction from the underlying causes. In other words, we risk falling into the trap of passively normalizing the “Es que los Latinx son así” vs. questioning why some Latinx people are not attending essential preventive or screening services.

If we spoke to the people in the community, we may realize that what is actually lacking is not a desire to participate in health prevention services, but rather the inability to access them. High-income Latinx people with access to high-quality healthcare do regularly engage in health preventive behaviors (e.g., mammograms, Pap-smears, visiting a dentist). As health professionals striving for cultural competence, it is our responsibility to critically ask ourselves how much a lack of preventive behaviors truly reflects a shared cultural issue and how much it may be the result of other factors such as poverty, low health literacy, or inadequate access to healthcare.

We cannot blame culture when someone is forced to choose between paying for a mammogram and their children’s lunch for the week. We cannot blame culture when someone doesn’t properly understand the benefits of early detection of cervical cancer. We cannot blame culture when people fear impoverishment, catastrophic health expenditures, and discrimination. We cannot blame culture when there are no health services available where people live. We cannot blame culture when it is us that fail to properly educate our patients. And, lastly, we cannot blame culture when it is us that fail to build a healthcare system that truly benefits all.

I do not have a straightforward answer as to exactly how much cultural beliefs influence the lack of preventive behaviors or how much it may be due to the social determinants of health, like poverty and education. I just hope that the next time you see any behavior classified as a cultural issue, you will question it before falling into a passive compliance and call it cultural awareness. In closing, I want to acknowledge that this expression is, at best, an oversimplification. There is so much diversity in the Latinx community that I fear we often simplify it by assuming that Latinx people represent only one culture with one shared experience.

Acknowledgements
I would like to thank my mentor, Alejandra Hurtado-de-Mendoza, Ph.D. for providing a work environment conducive to critical thinking about health equity.

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Estoy sentada en mi oficina después de entrevistar a la última participante de nuestro estudio de investigación. Sus palabras están sonando en mi mente, “es que nosotros los Latinos no tenemos esa cultura de prevención”.

Me estaba contando su experiencia después de recibir un diagnóstico de cáncer y estaba haciendo referencia al hábito (o la falta de él) de someterse a chequeos y exámenes anuales, como mamografías o pruebas de Papanicolaou. A lo largo de los años, he escuchado observaciones similares hechas por personas Latinx de diferentes orígenes, incluyendo profesionales de la salud. Recuerdo las historias de una mujer que tuvo un resultado anormal en la prueba de Papanicolaou pero no había asistido a una cita de seguimiento en más de 10 años; un pariente que se negó a recibir pruebas de detección de cáncer de próstata; o una madre que no asiste a chequeos anuales a pesar de ser consciente de su alto riesgo de enfermedades cardíacas. Nos contamos estas historias entre nosotros y luego decimos que los Latinx simplemente somos demasiado tercos. Terminamos las historias con un gesto de desaprobación y un “es que en nuestra cultura”. Estas palabras reproducen la noción de que las personas Latinx no tenemos una cultura de prevención de la salud. Pero, ¿qué significa eso?

Sugerir que nosotros, como Latinx, no tenemos un concepto de prevención de salud incrustado en nuestra cultura, suena como una evasión en vez de conocimiento cultural. Como si la falta de conductas preventivas de la salud fuera parte de lo que somos y no una consecuencia de factores externos. Por supuesto, es importante reconocer y responder a diferentes culturas. Pero la competencia cultural requiere que consideremos cuidadosamente qué valores, creencias y comportamientos se atribuyen como culturales. A veces, afirmar que un tema en particular es parte de una cultura es una distracción de las causas subyacentes. En otras palabras, corremos el riesgo de caer en la trampa de normalizar pasivamente el “Es que los Latinx son así” en vez a cuestionar por qué algunas personas Latinx no asisten a servicios primarios de prevención o detección de enfermedades.

Si habláramos con las personas de la comunidad, nos podríamos dar cuenta de que lo que realmente falta no son las ganas de participar en servicios de prevención de la salud, sino la imposibilidad de acceder a éstos. Las personas Latinx de ingresos altos y quienes tienen acceso a atención médica de alta calidad, sí participan regularmente en comportamientos preventivos de salud (por ejemplo, mamografías, pruebas de Papanicolaou, visitas a un dentista). Como profesionales de la salud que luchan por la competencia cultural, es nuestra responsabilidad preguntarnos críticamente qué tanto la falta de conductas preventivas realmente refleja un problema cultural y qué tanto podría ser el resultado de otros factores como la pobreza, el bajo conocimiento en salud o el acceso insuficiente a servicios médicos.

No podemos culpar a la cultura cuando alguien se ve obligado a elegir entre pagar una mamografía y el almuerzo de sus hijos durante la semana. No podemos culpar a la cultura cuando alguien no entiende adecuadamente los beneficios de la detección temprana del cáncer cervical. No podemos culpar a la cultura cuando las personas tienen miedo al empobrecimiento, a los gastos catastróficos de salud, y la discriminación. No podemos culpar a la cultura cuando no hay servicios de salud disponibles donde viven las personas. No podemos culpar a la cultura cuando somos nosotros los que no educamos adecuadamente a nuestros pacientes. Y, por último, no podemos culpar a la cultura cuando somos nosotros los que no hemos construido un sistema de salud que realmente beneficie a todos.

No tengo una respuesta clara sobre cuánto influyan exactamente las creencias culturales en la falta de conductas preventivas o qué tanto sea el resultado directo de los determinantes sociales de la salud, como la pobreza y la educación. Solo espero que la próxima vez que usted vea un comportamiento tachado como un problema cultural, lo cuestione antes de caer en un acatamiento pasivo y lo llame conciencia cultural. Para concluir, quiero reconocer que esta expresión es, en el mejor de los casos, una simplificación excesiva. Hay tanta diversidad en la comunidad Latinx que a menudo temo la simplificamos demasiado, suponiendo que las personas Latinx representan una sola cultura con una sola experiencia compartida.

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